Para que tú te llames Ángel González,
para que tu ser pese sobre el suelo,
fueron necesarias,
además de un ancho espacio
y de un largo tiempo,
las palabras mágicas,
que de tus versos se desprendían,
como la fruta prohibida
de Adán y Eva.
"Estos poemas los desencadenaste tú,
como se desencadena el viento.
Son dones del azar o del destino"
que tú nos regalaste,
como el dios que
habría vendido su divinidad,
por el más dulce de los sabores;
al hombre, que conoció a alguien,
que vio pasar a la esperanza,
al ser que le entregó su corazón,
como hogar.
Rescataste la belleza,
de la "blanca orilla del olvido",
hiciste renacer la pureza,
arrebatándola de la corriente
del río de los sueños
"Por aquí pasa un río,
por aquí tus pisadas,
fueron embelleciendo las arenas..."
Y yo,
alma espectante,
deseosa de absorverte,
soy como ese río,
buscando tu reflejo,
mirándome en tu espalda.
¿Quién te olvidó,
chamán de la metáfora,
para que tu muerte
a lo físico se estendiese,
como tu voz se cuela
por las rendijas
del recuerdo?
"Me he quedado sin pulso y sin aliento"
en el instante en el que he oído
lo que jamás habría sido posible oír.
Siente tu ausencia el sentimiento,
como una estela es la inspiración,
para dedicarte,
una elegía.
En estas condiciones no hay alivio posible:
ni el falso consuelo del recuerdo,
ni la ahora vacía admiración, sin el ser admirado.
"El bandoneón recorre
estremecidamente"
el llanto incontenible
por tu pérdida,
tu desaparición,
el agujero negro,
de tu marcha.
"Todavía inquietas,
vuelan las flautas..."
"Hay un minuto roto
en el que todo es llanto".
¡Qué te añoren los dioses
olímpicos, cristianos y judíos!
¡Que añoren los querubines
celestes al hechicero, al creador máximo
de la belleza del lenguaje,
al demostrador,
de que en el mundo
no cabe el olvido
a la elección correcta
de la palabra adecuada!
Apuesto "lo que me queda: un resto de esperanza"
a que el mundo llorará a lágrima viva,
recordando los versos de amor, de muerte, de fe
más hermosos, que en los últimos tiempos han sido escritos.
Recordando tus versos.
Recordando las imágenes en ellos producidas,
como un retrato que envidiaría el Greco.
Recordando, la denuncia mordaz
a través del recuerdo de la ternura:
"cuando
la guerra ha comenzado,
lejos (nos dicen) y pequeña
(no hay por qué preocuparse), cubriendo
de cadáveres mínimos distantes territorios,
de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños..."
"¡Cuántas bocas de amor están unidas,
cuantas vidas se cuelgan de otras vidas
exhaustas en su entrega palpitante",
concibiendo, pequeñas creaciones absolutas
individuos eternos en su propia individualidad,
que ya no existirán en el tiempo en el que
tú exististe,
en el que, un hombre,
como algunos de ellos serán,
cubrió de colores nuevos a las palabras,
entregándolas, a nuevos sentidos,
a una nueva comprensión,
de su amplio concepto.
¡Qué será ahora,
de las fotofóbicas cucarachas
de tu casa de Madrid,
cuando ya no tengan de quien huir,
o peor aún,
cuando nadie
baile tangos hasta el amanecer!
"Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho".
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